Cada año observo el mismo patrón en consulta cuando se acercan o finalizan las fiestas navideñas: la piel habla, y lo hace alto y claro. El aumento del estrés emocional, los compromisos sociales, los cambios en la alimentación y la alteración de las rutinas de sueño se reflejan de forma directa en la salud cutánea. No se trata solo de una percepción clínica; numerosos estudios han demostrado que el estrés activa el eje neuroendocrino, incrementando la liberación de cortisol y otros mediadores inflamatorios que alteran la función barrera de la piel, favorecen la inflamación y retrasan los procesos de regeneración.

En mi experiencia como dermatólogo, durante las semanas posteriores a Navidad aumenta el número de pacientes que acuden por brotes de acné, empeoramiento de dermatitis, psoriasis o una piel visiblemente más apagada y sensible. El estrés sostenido impacta sobre la inmunidad cutánea y altera la microbiota, lo que explica por qué patologías inflamatorias crónicas tienden a reagudizarse en estas fechas. En psoriasis, por ejemplo, está bien documentado el papel del estrés como desencadenante de brotes, algo que veo repetidamente en pacientes que, tras semanas de tensión emocional y cansancio acumulado, presentan placas más activas y sintomáticas.
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El acné, uno de los grandes protagonistas
Durante las fiestas, el aumento de cortisol estimula la producción de sebo y favorece procesos inflamatorios a nivel del folículo pilosebáceo. Con frecuencia escucho frases como “no he cambiado nada y me han salido brotes de repente”, cuando en realidad confluyen factores como estrés, falta de descanso, alcohol y una dieta alta en azúcares refinados. Todo ello crea el escenario perfecto para la reactivación del acné, incluso en pacientes adultos que lo tenían controlado.

Las manchas también pasan factura
Otro signo muy habitual tras las fiestas es la aparición o el empeoramiento de manchas cutáneas, especialmente melasma y otras alteraciones de la pigmentación. La alimentación típica navideña, rica en azúcares y grasas, junto con el consumo de alcohol y la privación de sueño, favorece procesos de inflamación sistémica y estrés oxidativo. Este entorno inflamatorio estimula la actividad de los melanocitos y puede intensificar manchas preexistentes o hacerlas más visibles. En mi práctica clínica es muy común que, a comienzos de año, muchos pacientes consulten preocupados por un tono irregular, manchas más marcadas o un melasma que “ha empeorado de golpe”, cuando en realidad es el resultado de un desequilibrio acumulado durante semanas.

¿Qué hacer para proteger la piel durante estos periodos?
Desde el punto de vista médico, siempre insisto en volver a lo básico: dormir entre 7 y 8 horas, mantener una hidratación adecuada, limitar el alcohol, cuidar la dieta y establecer rutinas de limpieza e hidratación adaptadas al tipo de piel. La constancia en el uso de fotoprotección es clave incluso en invierno, especialmente en pacientes con tendencia a manchas o rosácea.
Cuando los brotes sean persistentes; consultar al dermatólogo es esencial. En IML CLINIC abordamos afecciones cutáneas de forma integral y personalizada. Combinamos tratamientos médicos dermatológicos mediante técnicas avanzadas como peelings químicos médicos, láser fraccional, terapias despigmentantes, luz pulsada intensa o tratamientos regenerativos, siempre tras una valoración clínica detallada. La combinación de tratamiento médico y tecnología láser permite no solo tratar el problema visible, sino mejorar la calidad global de la piel y reforzar su capacidad de defensa frente al estrés.
Mi recomendación final
Escuchar a la piel y no normalizar los cambios negativos. El estrés de las fiestas es pasajero, pero sus efectos sobre la piel pueden prolongarse si no se actúa a tiempo. Un enfoque preventivo, hábitos saludables y el acompañamiento dermatológico adecuado marcan la diferencia entre “sobrevivir” a las fiestas o salir de ellas con una piel sana y equilibrada.





